Consejos utiles al lector
Cor Mariae dolorossisimum
Consejos útiles al lector
1. Como es obvio, los adheridos al M.S.M., deben aceptar, en primer
lugar, todo el patrimonio de la Revelación, a la luz del Magisterio
oficial. En cambio, quedan en libertad de acoger o de no dar
importancia, o de rechazar escritos y sucesos que suelen llamarse
genéricamente "revelaciones privadas".
Puesto que, cuando se conoce
poco la doctrina y la historia mística, es fácil caer, o en el fanatismo
despectivo, de quienes por prejuicio lo niegan y ridiculizan todo por
principio, o en el fanatismo ingenuo, de quienes lo aceptan todo sin
ningún discernimiento. Hay que evitar, entonces, los dos extremos:
1.1. La credulidad infantil, que no examina a la persona o el hecho para verificar su credibilidad en el plano humano, antes de hacerlo en el sobrenatural. Los instrumentos de Dios, aún en su pequeñez y pobreza, presentan siempre una nota de dignidad y de pureza, y no les faltan las señales del Espíritu Santo que acompañan a los verdaderos apóstoles.
1.2. La superficialidad orgullosa, que rechaza o combate directamente lo que podría ser obra de Dios. Se olvida en concreto lo que se respeta en abstracto: la perfecta libertad de Dios y de todo el Paraíso para comunicarse con nosotros, que aún peregrinamos en la tierra.
2. Al leer este Diario, que para muchos sacerdotes, ya se ha
convertido en un libro de reflexión cotidiana, conviene tomar cada una
de sus expresiones con discernimiento, o sea, en el buen sentido que se
deduce de todo el conjunto.
Tomemos, por ejemplo, el consejo de la
Virgen de renunciar a los periódicos y a la televisión. En algunos
casos, esto puede ser tomado al pie de la letra. Para muchos Sacerdotes
querrá más bien decir el no malgastar horas preciosas, siguiendo
programas frívolos o tendenciosos y el no leer o seguir los
acontecimientos del mundo en la visión materialista de gran parte de los
medios actuales de comunicación social.
Otro ejemplo se halla en las
frases frecuentes, que a primera vista pueden dejar desconcertado,
afirmando que el triunfo del Corazón Inmaculado de María coincide con la
venida del Reino glorioso de Cristo. Naturalmente, esas expresiones han
de interpretarse a la luz de cuanto enseña la Divina Escritura (
Apocalipsis, capítulo 20: 1-7) y el Magisterio auténtico de la Iglesia. A
este propósito léanse las frecuentes referencias que el Papa Juan Pablo
II hace en su primera encíclica "Redemptor Hominis" y otros documentos
importantes sobre la Iglesia del segundo adviento, que espera la segunda
venida de Jesús.
3. Otro consejo es aceptar el carácter de este libro como un pequeño instrumento. La Virgen lo quiere así, según el estilo de la Providencia que, como enseña San Pablo, elige lo que es débil y pobre, según el mundo, para confundir la ciencia terrenal y el poder diabólico.
4. Ya que el aire viciado que respiramos y la astucia del Demonio pueden jugarnos malas partidas, no debemos detenernos ante las apariencias, a veces suaves, del estilo del libro. Los Sacerdotes que se han acostumbrado a la acción educadora de María, atestiguan que Ella procede con dulzura, pero también con firmeza. Por algo el Padre Eterno le había confiado a su Hijo Unigénito, para que lo engendrara en la naturaleza humana y lo educara para el Calvario. Si la Virgen nos trata con manera suave, es porque nos ama como una madre y es para extendernos, luego, sin que nos rebelemos, sobre el leño de la Cruz, transformándonos en copias semejantes a Jesús crucificado. ¡Cosa bien distinta del sentimentalismo!.
5. También las numerosas referencias a los malos tiempos que vivimos y
el doloroso futuro que nos aguarda, deben ser siempre interpretados en
su justa perspectiva, que es la indicada por la Sagrada Escritura.
Cuántas veces y de cuántas maneras amenazó el Señor con castigos a su
pueblo, en realidad con el propósito de traerlo al camino de la
conversión y del retorno a Él. Tómense como ejemplo la predicación del
profeta Jonás, enviado por Dios para anunciar la destrucción de la
ciudad de Nínive. Muchos se han quedado perplejos ante el carácter
profético que revisten algunos mensajes. Se han preguntado: ¿Es acaso
cierto lo que está escrito?. ¿Sucederá todo lo que se predijo?. Y si no
llegara a suceder, ¿Qué credibilidad pueden merecer todavía las palabras
del mensaje?.
De una atenta lectura del libro puede deducirse la
respuesta más apropiada a estas preguntas. Hela aquí: "No os detengáis
en las predicciones que os hago, tratando de haceros comprender los
tiempos que vivís. Como Madre, os aviso de los peligros que corréis, de
las amenazas que os acechan, de todo el mal que puede ocurriros, sólo
porque este mal todavía puede evitarse, los peligros pueden conjurarse,
el designio de la Justicia de Dios siempre puede ser modificado por la
fuerza de su Amor Misericordioso. Además, cuando os predigo los
castigos, recordad, que todo, en cualquier momento, puede ser cambiado
por la fuerza de vuestra oración y de vuestra penitencia reparadora. Así
pues, no digáis: ¡Cuánto de lo que predijiste no se ha cumplido!, sino
dar gracias Conmigo al Padre Celestial, porque, por vuestra respuesta de
oración y de consagración, por vuestro sufrimiento, por el inmenso
sufrimiento de tantos hijos míos, Él aplaza todavía el tiempo de la
Divina Justicia para que pueda florecer el de la gran Misericordia", (
21 enero, 1984).
(6) Es necesario tener una sólida madurez evangélica que impida, ya
sea, el desprecio o la infravaloración apriorística de un libro como
este, ya sea, su sobrevaloración. En otras palabras, ella dará la medida
justa de respeto hacia una experiencia que se supone transmite un
mensaje, y a la libertad interior con que debe ser recibido el mensaje.
La convicción de que ninguna palabra y ningún mensaje son la Palabra, y
la conciencia de que en fenómenos como las locuciones puede mezclarse
una parte considerable de elemento humano y subjetivo, no debe, por
principio, hacerlos radicalmente sospechosos. Es necesario mirar y
evaluar, y -como decía San Pablo- quedarse con lo bueno que encontramos y
podemos sacar de ello.
Debemos, pues, en principio, acercarnos con
el debido respeto a libros como éste. Pero el respeto de suyo, va unido a
un sentido de libertad, que nace de la capacidad para poner en su justo
lugar "los mensajes" que tales libros tratan de transmitir.
Se ha
dicho y repetido: las palabras de la Virgen, que aquí se dan a conocer,
no son ni un nuevo Evangelio, ni una nueva fe. Conducen y ayudan a
reencontrar -Según su típica resonancia y perspectiva- el Evangelio y la
fe. Así, pues, también un libro como éste podrá ser acogido según su
medida de verdad y conducirnos así a la Verdad, que es Cristo, y será el
modo más ajustado de vivir, como auténticos "niños" evangélicos,
nuestra relación con la Madre del Señor y Madre nuestra.
7. Esta invitación a una fe ingenua y sin prejuicios en nuestras
relaciones con la Madre de Cristo y de la Iglesia, traza una especie de
línea de fuerza para orientar según la misma un estilo de vida y de
personalidad cristiana.
Esta línea deberá encontrar su propio lugar
en la enseñanza mariológica de la Iglesia, como ha sido expresada, por
ejemplo, en el Concilio Vaticano II ( Lumen Gentium, capítulo VIII).
Ninguna locución, ni siquiera las que están recogidas en este libro,
podrá substituir o equipararse a la enseñanza pública y oficial de la
fe, impartida por la Iglesia, de la cual aparecerá la fisonomía completa
de María y de su misión. Dentro de la Iglesia es necesario llevar y
aplicar un estilo de infancia en las relaciones con Ella y de allí
transcender a la vida y a la misión apostólica. María está en la Iglesia
y conduce a Cristo dentro de la Iglesia: a aquella Iglesia que
recientemente se ha expresado en el Concilio Vaticano II, que se ha
fijado unas metas pastorales que todo Sacerdote debe hacer suyas.
Con
el signo de la total docilidad a la fe, María nos conduce a vivir el
misterio de la Iglesia, para que así aceptemos -y llevemos a los fieles a
aceptar- también su dimensión ministerial-apostólica. Incluso, un
Sacerdote, en particular el diocesano, no podrá encontrar en este libro
todos los contenidos de su ser como Sacerdote y de su misión: Podrá
encontrar eventualmente en él una perspectiva, un punto de vista, un
centro unificador y una fuerza animadora de su sacerdocio y, en primer
lugar, de su personalidad cristiana. Y esto no será ni en detrimento del
cuidado pastoral de su Iglesia, ni en detrimento de la justa atención a
la sana teología.
8. Finalmente, un último consejo para quien se acerca a la lectura de
este libro. Préstese más atención a su contenido que a la forma y
tómese en la mano, no con prevención, sino con humildad y sencillez de
corazón. Léase sin presunción y sin avidez. Vuélvase a meditar con calma
y con amor. Pásese, después, a verificarlo en la vida de cada día,
haciendo personal experiencia de todo lo que la Virgen pide y promete.
Las
decenas de millares de Sacerdotes que, en estos años lo han hecho así,
no se han arrepentido de ello; antes bien, ruegan a la Virgen para que
otros sigan el mismo camino.