Criterios teologicos para su compresion

Iesu, Maria, Ioseph, vobis cor et animam meam dono

Criterios teológicos para su comprensión

1. La locución interior.

1.1. Dejando a cada uno en libertad de atenerse a sus propias convicciones al respecto, creo poder afirmar, con ponderada seguridad, que en este libro se ofrecen las llamadas "locuciones interiores". Por desgracia, la teología mística es poco conocida: algunos fenómenos, o son desvalorizados, hasta ser aprioristicamente ridiculizados, o son sobrevalorados hasta casi equipararlos a la Revelación oficial. Se olvida que la gracia nos hace verdaderos hijos de Dios y que María es verdadera Madre nuestra. No se recuerda, de modo suficiente, que la oración no es un monólogo, sino un diálogo, en que la parte más considerable debe dejarse a los celestes interlocutores. Se sabe que Dios tiene infinitas posibilidades para comunicarse con sus hijos, eligiendo para cada uno la forma más adecuada, fuera de las oficiales que todos conocen.

1.2. ¿Y qué es una locución interior?. Ante todo, debemos precisar que no es un hecho extraño, ni sensacional, sino un fenómeno místico, presente en la vida de la Iglesia y descrito en los manuales de teología espiritual. No es una comunicación sensorial con Jesús, la Virgen o los Santos, como sucede con las apariciones auténticas. Aquí no se ve con los ojos, ni se escucha con los oídos, ni se toca nada. Ni siquiera es aquella buena inspiración, aquella luz que el Espíritu Santo ordinariamente hace llegar a la mente y al corazón de quien ora y vive vida de fe.
Si se trata de un fenómeno auténtico, la locución interior es el don de cuanto Dios quiere dar a conocer y ayudar a cumplir, y su revestirse de pensamientos y palabras humanas, según el estilo y la manera de escribir de quien recibe el mensaje. La persona se convierte en instrumento de comunicación, manteniendo, no obstante, intacta su libertad, que se expresa en un acto de adhesión a la acción del Espíritu Santo. Mientras recibe la palabra del Señor, su entendimiento queda como inactivo: o sea, no va a la búsqueda de pensamientos, ni del modo de expresarlos, como ocurre, por ejemplo, a quien escribe una carta o prepara un discurso importante.

1.3. San Juan de la Cruz llama locuciones, o palabras sobrenaturales formales, a aquellas palabras distintas que el espíritu recibe, no de sí mismo, sino de otra persona, unas veces, estando recogido, y, otras, no. (Subida del Monte Carmelo: Cap. 26, n2). Tanquerey define las locuciones, o palabras sobrenaturales, como manifestaciones del pensamiento divino, percibidas por los sentidos internos o externos (Compendio de Teología Ascética y Mítica: cap. 3 n, 1494). Se puede, entonces, dar esta definición de las locuciones interiores: "Son palabras clarísimas, advertidas por la persona que las recibe, como si nacieran del corazón, y que unidas entre sí forman un mensaje". El llamamiento del Cielo viene casi siempre de improviso: es el Señor, o bien la Virgen, los Ángeles o los Santos quien tiene o quienes tienen la iniciativa del momento y del contenido del mensaje.

1.4. Para discernir las locuciones auténticas de las espúreas, que son fruto de deliberado engaño o de morbosa autosugestión o de interferencia directa de Satanás, hay normas bastante precisas. La literatura al respecto no es rica ni actualizada; pero ayudan los escritos de los grandes místicos (San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Avila, San Ignacio, Santa Catalina de Génova y Santa Catalina de Siena) y los estudios y tratados de Teología Espiritual de Tanquerey, de Royo Marín, de A. Poulain, de Garrigou-Lagrange, etc. Sin embargo, no es tan fácil medir el peso del elemento humano, del cual se reviste la inefable Palabra de Dios, para llegar a la comprensión de lo que el mensaje contiene de esencial y universal, de divino, en suma.
Se oye decir frecuentemente que los mensajes contenidos en este libro son demasiado frecuentes y prolijos. Se los compara con el estilo del Evangelio y de las Apariciones aprobadas por la Iglesia, olvidando que se trata de manifestaciones de la Palabra de Dios muy diversas, y no sólo por autoridad sino, también, por modalidad.
Con el respeto que se debe a toda persona y a su libertad, ¿Por qué se debería exceptuar sólo a Dios, como si debiera pedirnos permiso y acomodarse a nuestros gustos al escoger lugares, tiempos y modos y los instrumentos para comunicarse con sus hijos?. Es necesario crecer en el espíritu de Sabiduría para gozar con Jesús, cuando exclama : "Te doy gracias, oh Padre, porque has escondido tus secretos a los doctos y sabios, mientras se los revelas a los niños", y para exultar con el alma de la Madre Celestial, cuando canta: "Has colmado de bienes a los pobres y a los ricos los despides vacíos".

2. Las locuciones interiores del libro.

En el caso específico del libro "A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Santísima Virgen", conviene tener presente estos criterios teológicos, que pueden ayudarnos para su más profunda comprensión.

2.1. Lo que viene de Dios trae siempre consigo un profundo sentido de paz, suscitando hacia Él, una mayor humildad y confianza; nos ayuda a despegarnos del mal y a realizar el bien de una forma sencilla, y constante; y es respetuoso de nuestra libertad y la del prójimo. Quien escribe y obra en nombre de Dios, edifica por el sentido del equilibrio, de humanidad y de fortaleza de ánimo, no obstante, en el contexto de los límites y defectos humanos. Si algún pasaje de este libro causara turbación, lo mejor sería aplazar su lectura para tiempos mejores antes que angustiarse.

2.2. Dios puede y quiere comunicarse, en todo momento de la historia, con sus hijos que viven en la tierra. Existe la posibilidad, para nosotros los cristianos, de conocer si es verdaderamente palabra de Dios la que nos llega, confrontando su contenido con la Revelación, fielmente custodiada e infaliblemente presentada por el Magisterio de la Iglesia. En nuestro caso, el conjunto del mensaje, así como cada una de sus partes, debe ser leído y vivido en el contexto de la doctrina cristiana.
El objetivo de estas locuciones es conducir a los Sacerdotes, con más facilidad y estabilidad, a la Santidad de vida, recordando que:
a) La maternidad de María, con los derechos y deberes que de ésta se derivan para Ella y para mí, me concierne personalmente.
b) La Virgen, que es la más humilde y la más pura de todas las criaturas, no es un fin en sí misma, sino la Madre que engendra y educa a los hijos adoptivos, completando la obra realizada en su hijo Jesús. La meta, por lo tanto, es sólo la glorificación de la Santísima Trinidad, a la que está llamado el Sacerdote que se esfuerza por realizar su vocación.
c) Siendo María Madre de la Iglesia, el contexto histórico de su acción y de nuestra respuesta es la obediencia, la unión sin fracturas con aquellos que ejercen en la Iglesia el ministerio de la autoridad, o sea, el Papa, los propios Obispos y los legítimos Superiores.
d) Puesto que el Sacerdote es un hombre dedicado a Dios en beneficio de los hombres, se siente obligado a comunicar a sus fieles la alegría, la riqueza y los compromisos de la consagración a la Virgen, hecha y vivida por él de antemano.

2.3. Si bien, no se tiene en cuenta la edad, las dotes humanas, el prestigio y, mucho menos, las experiencias personales del pasado, positivas o negativas, para ser acogidos al M.S.M., no comprendería nada del mismo quien pretendiera ingresar en él con espíritu sectario. En la Iglesia hay lo substancial, que permanece inmutable, y hay las formas externas, de las cuales se revisten la Palabra y la Vida, que como un vestido, cambian con el tiempo. Los incurables nostálgicos del tiempo pasado confunden lo antiguo, que vale siempre, con lo viejo, que puede ser substituido. Así mismo, los ansiosos buscadores de nuevas experiencias parecen saber algo más que el Eterno Padre, y sentirse obligados a pedir iniciativas al Espíritu Santo, como si la salvación de cada alma no marchase sobre los insustituibles carriles de la oración y la penitencia.

2.4. Puesto que elementos y modos de expresiones de la doctrina y de la vida cristiana son variados y complejos, no se pretende en estos escritos despreciar y, mucho menos, condenar a ninguno de ellos. Si , por ejemplo, alguna expresión sobre la teología contemporánea parece algo fuerte, entiéndase que no se refiere a la teología en sí, sino al modo poco prudente con que es presentada por algunos sedicentes teólogos, y, lo que es peor, el modo en que es recibida por otros.
Otro ejemplo: algunos temas, como los sociales y pastorales, no son expresamente tratados, sea porque, no siendo el libro una enciclopedia, no puede dar una respuesta a cada pregunta, sea porque, el que de veras se entrega a la Virgen, no sólo se sienta a discutir los problemas pastorales y sociales concretos, sino que los vive y los resuelve. Bastaría recordar a don Bosco, don Orione y al mismo Papa actual.

2.5. En el fenómeno de las locuciones interiores referidas en el libro, don Esteban, en actitud perfectamente normal, sin caer en trance, ni en éxtasis, escribe de corrido y sin fatiga mental lo que percibe interiormente, sin repasar ni corregir nada de lo escrito, y lo expresa sin prestar atención a la riqueza o pobreza de su estilo y su temperamento, aún cuando se trate de sacar a luz verdades que él antes desconocía o no consideraba como tales.
De los escritos de don Esteban Gobbi se ha preferido escoger aquellas páginas que puedan iluminar mejor la entrega total a la Virgen en un clima de evangélica infancia espiritual. En cuanto a su validez, se han tenido en cuenta los criterios clásicos y tradicionales:
a) la correspondencia con la Verdad revelada;
b) la actitud constante de humildad y de obediencia;
c) algunos signos de confirmación pedidos humildemente a Dios;
d) la serena disponibilidad del sujeto, y la paz que precede y sigue a la divina comunicación.
Pero, como signo positivo, se ha creído digno de resaltar, el bien inmenso que el M.S.M. ha hecho ya en las almas de decenas de millares de Sacerdotes, algunos de los cuales se encontraban en grave crisis, y el bien logrado en muchísimos fieles. De los maravillosos frutos producidos se deduce que la causa hay que buscarla sólo en la luz espiritual del Espíritu Santo que, por intercesión del Corazón Inmaculado de María, desciende a la mente y al corazón de quien toma en sus manos este libro.

2.6. Puesto que en este período de notables transformaciones, para la Iglesia y para el mundo, se multiplican los casos de personas que se dicen privilegiadas, con dones carismáticos, con visiones, locuciones, don de curaciones, etc., el M.S.M. toma esta actitud:
a) No se une con ninguna asociación, persona o hecho que presenten aspectos sobrenaturales, hasta el punto de identificarse con ellos. Reconoce que no tiene el derecho de aprobar ni de condenar en esos casos, porque esto es misión de la Iglesia. Deja a cada Sacerdote en libertad de comportarse ante ellos a título personal, según la prudencia le sugiera, pero siempre en perfecta obediencia a la Autoridad Eclesiástica.
b) En cambio, si se trata de revelaciones que contienen doctrinas en contraste con el Magisterio, o de personas cuya conducta se sale claramente de la normalidad humana y del equilibrio cristiano, el M.S.M. pone en guardia a sus miembros para que permanezcan en la fidelidad total a la Iglesia.
c) Con relación a personas o sucesos que la Iglesia ha querido aprobar, el M.S.M. respeta al máximo las opciones y gustos de cada uno, aunque no puede prescindir de lo acontecido en Fátima, hecho de importancia universal, que no es todavía bien comprendido y, menos aún, testimoniado, a pesar de haber sido aceptado oficialmente por la Iglesia. Baste recordar a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II, que visitaron como peregrinos la Cova de Iria.